Gigantesco Circo Lowandi

Acabábamos de terminar el colegio secundario. Fue una época complicada para mí. Era muy malo para las actividades físicas, quien lo diría… y muy poco sociable, otra sorpresa. Si conocieras al que era a los diecisiete, probablemente no sabrías que él y yo somos la misma persona. Flaquito, desgarbado, silencioso, tímido, y decidido a hacer carrera en… publicidad! 

Es la edad en la que todos estamos buscando nuestro lugar en el mundo, aquello en lo que queremos entregar nuestro corazón. Y en ese lugar también estaba Marina.

Marina fue mi compañera de banco más de la mitad del secundario. Nos sentábamos en primera fila, justo en el banco que estaba más cerca de la puerta de salida del aula. Creo que no era casualidad… casi que no formaba parte de lo que pasaba en mi grupo, pero no porque no quisiera: no calzaba, era la oveja negra ahí también.

Marina al principio no me soportaba mucho. Yo soy zurdo y ella diestra, entonces nos matábamos a codazos, hasta que yo empecé a poner mis cuadernos en posición vertical y aprendí a escribir de arriba hacia abajo (aún escribo así para no mancharme la mano con tinta y ver lo que estoy dejando en la hoja). Además, yo era un «nerd» en toda regla y ella era la hija menor de un talabartero y una mujer enormemente creativa y dulce.

Ellos tenían una casa en Capilla del Monte (Córdoba, Argentina), muy cerca del río Calabalumba. Era una casita sencilla, blanca, en una esquina. En esa época estaba en el borde exterior del pueblo.

Marina hablaba siempre de ese lugar como uno de los más importantes en su mundo, sus vacaciones ahí eran una forma de conectar con el cerro, la tierra, y la gente tranquila. Ella siempre decía «tenés que conocer, tenés que venir alguna vez».

Yo había ido en uno de los peores años de mi adolescencia, con un campamento de los curas carmelitas. Mi familia formaba parte del Movimiento Familiar Cristiano y los campamentos eran casi parte obligada de las vacaciones. No era muy bueno para la vida al aire libre, y los curas solían aprovecharse de mi tono pálido y físico larguirucho para burlarse de mí, supongo con el edificante propósito de sacarme de la zona de confort. Para entonces, yo ya llevaba bastante mal comer carne, y el cura párroco era afecto a carnear animales para todo el campamento. Esteban los compraba vivos: cabras, y hasta una vez un cerdo. Una vez, un chivo se le escapó mientras intentaba matarlo y se escondió en mi carpa. Yo estaba dentro leyendo un libro y cuando el cura lo encontró, se lo llevó de las orejas mientras el animal lloraba a los gritos. 

A pesar de mis malos recuerdos a orillas del Calabalumba, Marina me prometió que si íbamos de vacaciones al terminar quinto año del colegio, podría comer lo que quisiera. Fueron una semana y media de arroz y pastas para mí. 

La noche que llegamos a Capilla del Monte, empezamos a caminar por el barrio y pasamos por un terreno baldío que estaba antes de la entrada del Camping Municipal. Un enorme poste blanco con una bola dorada en la punta estaba plantado en la tierra y un grupo de hombres y mujeres estaban apuntalando otros más pequeños mientras una lona multicolor se desplegaba cubriendo todo el predio. Estábamos los cuatro congelados mirando la escena, cuando vimos alguien acercarse con unos panfletos que decían en papel mimeografiado «GIGANTESCO CIRCO LOWANDI» y mostraba los horarios de las funciones y contaba las geniales atracciones que traían al pueblo: trapecista, amaestradora de perros, mujer con el cabello de acero…

Mientras caminábamos a la casa, una caravana de autos tirando de trailers y un pequeño bus empezaban a acomodarse alrededor de la carpa. Detrás, como queriendo alcanzarlos, llega un pequeño Fiat 600 de color anaranjado con unas enormes orejas de ratón, una especie de Topo Gigio en cuatro ruedas. Las orejas escondían dos enormes altavoces pintados.

En este pequeño circo, el trapecista era además uno de los payasos, y varios eran en realidad parientes: era realmente un circo familiar. 

Allí, fue la primera vez que toqué a un elefante, y pude sentir esa piel gruesa y la dureza de esos pelos que crecían esparcidos cada tanto. Me asombraron las pecas, que parecían salpicaduras de tinta esparcidas elegantemente sobre cemento arrugado y vivo. Sus ojos eran gigantes y de un color miel.

¿Cómo se tanto de ellos? ¿Cómo fue que pude estar tan cerca de la elefanta del circo? El trapecista (y payaso) se enamoró de Marina y fuimos varias veces a ver la función. Él nos contaba los trucos, y repartíamos volantes para los shows, y paseábamos en el Fiat 600 con el equipo de sonido en el asiento, todo lleno de polvo. A veces le dábamos de comer a Yeny, la elefanta.

Lo hermoso de esta historia, fue que Marina también se enamoró de él. Una noche él se acercó a ella con un ramo de flores y la invitó a dar un paseo. La historia no se quedó allí, con los años tuvieron una hija que se parece a él y que tiene la chispa de ella en su mirada.

Esa historia de amor, ya es especial hasta aquí. Y lo es aún más si uno tiene en cuenta la cantidad de convenciones que tuvo que romper para ser posible. Marina estaba buscando su lugar en el mundo, dejando atrás una relación con el que se suponía que debía ser su futuro marido algún día… Y se enamoró sin planearlo de un tipo alegre, que la hacía sentir una reina y que era capaz de cualquier cosa por ella. En un circo. En su lugar de vacaciones favorito. 

Ese viaje fue «la venganza de los nerds» por una experiencia de egresados en Bariloche que no fue exactamente lo que habíamos soñado que fuera… entre otras cosas, porque la chica que me gustaba se había ido con el barman del hotel y las chicas sufrieron el acoso sostenido de un montón de adolescentes borrachos con ganas de tener sus primeras experiencias. 

Tengo un montón de blancos en la historia. Estoy hablando de un verano hace casi treinta años. En general, para rellenar estos blancos recurrimos a los que se llama «co-recordadores». Recordar viene de «re-cordis», que significa volver a pasar por el corazón. Un co-recordador es alguien que te ayuda a volver a pasarlo por el corazón.

Hoy, co-recuerdo esta historia con Graciela, nuestra amiga del alma, que se sentaba un banco detrás del nuestro, y que fue parte de toda esta aventura: sobrevivir al colegio secundario, el viaje de egresados y luego nuestras vacaciones en el circo. 

Marina ya no está. Luchó muy dignamente contra un cáncer de mama hace un par de años. En 2017, cuando yo me estaba recuperando de mi cirugía, la enfermedad volvió a visitarla y se la llevó. 

Graciela, mientras su mejor amiga de la secundaria se iba para siempre, seguía charlando con Marina sobre las cosas que habían hecho juntas… co-recordando, ayudando a cimentar esa memoria que de pronto se quedaría sin testigos. Se habían hecho la promesa de volver a juntarnos cuando fuera posible. En septiembre del año pasado, antes de mi cirugía, deberíamos habernos visto, pero no sucedió. Me volví a Noruega con eso en mi lista de pendientes. Aún está el nombre de Marina sin tachar. Se fue el 15 de noviembre de 2017.

Hoy quedan su marido y su hija. Y Graciela y yo estamos también aquí, para co-recordar a la bella mujer que era nuestra amiga, y lo mucho que tocó la vida de tanta gente.

Ella fue una mujer que se animó a romper con todo y vivir la vida con intensidad. No sé si en algún lugar sabía que su paso por aquí sería corto, lo que me consta es que cuando el amor se paró frente a ella, aunque fuera un hombre en mallas amarillas que manejaba un coche-ratón, lo supo ver… 

Yo quiero contar esta parte de su historia para que lo que me enseñó no se pierda. Los que se van siguen vivos en los que nos quedamos. Y esos que no están, trascienden a través de sus acciones en la vida de todos nosotros. 

Contemos las historias de las personas que nos transformaron. Hagamos que su paso por este mundo no se pierda.

Marina siempre será la amiga de mi adolescencia que se animó a enamorarse y casarse con el trapecista del circo. Y fue feliz.

La extrañamos. 

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14 comentarios en “Gigantesco Circo Lowandi

  1. Lucas, gracias por este increible relato. Yo también conocí a Marina. Y en cada palabra la has retratado tal cual era: alegre, buena, sensible, creativa, honesta, dulce, familiera, y otras muchisimas cosas más. Yo soy amiga de Mónica, su hermana, y así la conoci a ella, como la hermanita de Mónica. Pero pronto me di cuenta de la garra que tenía. Y hoy en dia casi 40 años después la sigo conociendo, esta vez a través de tu historia hermosamente contada.

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    1. Gracias Patricia. Ella sigue siendo una persona muy importante para mi. Fue mi compañera, amiga y confidente en los años más difíciles de mi vida. Siempre va a estar en mi. Gracias por escribirme y compartir tu experiencia con Marina. Te abrazo!

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  2. La descripción es bellísima! Es tal cual! Estoy muy cerca de la familia de Marina. Amo a su hija a Moni a sus hijos a Carlos Aníbal . Me emocionaste y me hizo mucho bien. Estoy atravesando un duelo y no soy buena para esto. Para aceptar mis emociones. Gracias!! Por Marina !!

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    1. Gracias por emocionarte conmigo, fue una persona pivote en mi vida, que se fue sin saber cabalmente todo lo que me transformó. Siempre de manera respetuosa y siempre para bien. Me dio un hogar cuando no lo tuve, y me animo a no darme por vencido y salir adelante en los peores momentos. Yo también estoy pasando este duelo a destiempo. Te abrazo!

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  3. Lucas, espero que te acuerdes de mi…..compañera de trabajo de tu papá y amiga cantora de tu mamá alla por los gloriosos años del Encuentro Vocal del Buen Ayre con Guillermo Vaisman. Quiso la vida que yo recalara en Banfield hace ya casi 26 años y asi conoci a Marina, tal como comento Patricia mas arriba, la conoci como la hermanita de Monica, de quien soy muy amiga. Con Marina compartimos ademas dedicarnos a ser profes de computacion de adultos mayores. Justamente llego este relato a mi de la mano de Monica y las lagrimas enseguida rodaron por mis mejillas, no solo por la maravillosa historia que conocia, sino tambien por la emocion de saber que eras «vos» el compañero de banco de Marina….el universo nos reune!!. Te deseo todo lo mejor y que puedas salir airoso de tu batalla actual. Te ando un beso grande y un recuerdo cariñoso!

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    1. Claro que me acuerdo de vos!!! Yo estoy muy bien 🙂 casi no tengo secuelas y tengo control recién en cuatro años. La voy a extrañar mucho a Marina. Gracias por ayudar a reconstruir su historia. Un beso enorme Clau!!

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  4. Que bello relato Lucas! Gracias por compartir esta historia y por ayudarnos a reconocer a todas aquellas personas que tocaron nuestras vidas para que hoy estemos en este punto de presente. Vos tocaste mi vida y te lo agradezco.

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  5. Hola Lucas! Estoy en shock. Te cuento que soy Sandra Aubert, vivo en Villa Mercedes, provincia de San Luis, Argentina.
    No sé porque te cruzaste en mi vida, hace semanas que busco los momentos para escucharte por spoty.
    Recién algo me dijo que tenía que leer tu página, entré. Leí la historia de Yeny, la elefante.
    Ella murió en mi ciudad, hace muchos años. No había donde enterrarla, mi papá (ya falleció) hizo una movida muy grande donde toda la ciudad participó.
    La enterraron en el museo de carros de mi papá. Tiene una plazoleta hermosa, y es muy visitada por niños y grandes.
    Literalmente sus restos están en mi museo.
    Ojalá leas este mensaje.
    Gracias por enseñarme a hacer mi vida tan bonita.
    Un beso enorme.

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